La tierra que perdió sus héroes
El 2 de abril de 1982, la junta militar argentina dispuso el desembarcó en las Malvinas, desencadenando una guerra contra Gran Bretaña que duró 74 días. El 2 de abril de 1992 el jefe del Ejército, general Martín Balza, combatiente en las islas, criticó la decisión militarista de Leopoldo Galtieri, Jorge Anaya y Basilio Lami Dozo y rescató la vía diplomática como único camino válido para solucionar el conflicto. Existe algo más que un contraste entre uno y otro tramo de la historia: se desarrolló una década que significó profundas mutaciones en el mundo y también en la Argentina. La guerra de Malvinas fue una suerte de bautismo para la Argentina en su ingreso violento e imprevisto a la historia de esta épo- ca de la que vivía al margen, ocupada solo en su recurrente crisis económica de país subdesarrollado, su crónica inestabilidad política y su guerra interna que la tornaban compleja pero gobernable. Ese derrotero no se abandonó ni aun con el cambio del autoritarismo por la democracia y, lo que pareció más grave, la Argentina continuó empecinada en buscar un lugar en la historia sin medir costos ni beneficios. Si aquel desembarco en las Malvinas implicó un inútil gesto de prepotencia regado después con muertos, no fue menos sangrienta la pretensión del país de buscar las simpatías de Occidente injertándose en conflictos extra regionales. El atentado contra la Embajada de Israel repuso al país en un lugar de dudoso privilegio en el escenario del terrorismo internacional. La década transcurrida desde el desembarco de las tropas en las islas hasta ahora, produjo en verdad acontecimientos mucho más importantes que los que involucraron únicamente a la Argentina. |
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