Cada día un 2 de abril
Hacia el final del siglo XX, cuando las circunstancias no parecían alentadoras, lo mejor que le podía suceder a la Argentina, le sucedió el 2 de abril de 1982. Ese día fueron reconquistadas militarmente las Islas Malvinas. Reconquista esperada, anhelada, necesaria y legítima. Llevada cabo con el antiguo estilo épico de las gestas patrias, bajo la advocación de Nuestra Señora del Rosario. Desde entonces, para los argentinos de bien, el 2 de abril es la fiesta de la dignidad nacional. La festividad del honor desagraviado, de la soberanía restituida, del sentido heroico de la vida, del reencuentro con nuestras raíces cristianas y marianas. Se festeja lo que fue y merece seguir siendo: la hidalguía de una tierra y de unos hombres que salieron en custodia del solar entrañable, usurpado por Inglaterra en el ejercicio habitual de su piratería. Pero ese día del rescate glorioso, dejó su vida en la batalla el Capitán Pedro Giachino, Irrevocable condecoración de la sangre, que sabe dar la muerte a quienes no temen perder la vida por la causa de Dios y de la Patria. La autora de este libro es la madre de nuestro primer caído. Ella ha tenido la valentía de recoger la bandera y continuar la lucha de su hijo. Ella ha tenido la lucidez de llamar sin eufemismos a los leales y a los traidores. Ella ha tenido el temple de celebrar, cada año, durante dos décadas aquella jornada victoriosa. Ella sigue diciendo que volveremos y venceremos. Para ella, desde entonces y por siempre, cada día es un perenne 2 de abril. |
Esta obra se encuentra en nuestro acervo bibliográfico. |
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